miércoles, 16 de julio de 2014

LA PRINCESA MONONOKE (1997)

Con el fin de encontrar una cura para una herida que le ha causado un jabalí convertido en diablo, Ashitaka, príncipe de una casi extinta y aldea japonesa, inicia un viaje hacia las tierras del sur en busca de El Espíritu del Bosque, un dios ancestral con forma de ciervo que es el único que podría liberarlo de la maldición. En su camino se ve envuelto en una dura batalla entre una aldea industrial que recibe su fuerza del uso de la pólvora contra los animales del bosque, liderados por Mononoke, una chica que ha sido criada por los dioses Lobo...

Pocas palabras salen de mi boca tras ver esta película que decir: pedazo de obra maestra se cascó el maestro Miyazaki en el 97. Todo en ella es grandeza y buen hacer, tanto en el apartado artístico como en el más estricto fílmico, y es por ello que me extraña mucho sobre el desconocimiento que tiene el público general sobre este peliculón, sobretodo los que se subieron al carro del Studio Ghibli tras su éxito en Berlín con El Viaje de Chihiro (la primera película de animación en ganar un gran premio europeo), que a mi parecer es de una calidad inferior que la película que merece esta entrada del blog.
En La Princesa Mononoke recuperamos al Hayao Miyazaki más "naturista", después de haber dirigido Porco Rosso y Nicky La Aprendiz de Bruja, que son películas con situaciones más reales (aunque ambas también tienen mucho de magia), pero que quizás a nuestros pequeños le parezcan más cercanas. Volvemos quizás a los origenes del Studio Ghibli, ya que la trama tiene más puntos en común con Nausicaä que con ninguna de las demás. 

En esta película la ambientación es casi medieval, centrada en unos hechos donde las grandes ciudades progresan a costa de comerle terreno a la naturaleza. Miyazaki nos ofrece una temática en la que se siente muy cómodo pero en la que no le gusta vincularse a ninguno de los bandos que se presentan en el conflicto. Para eso crea en Ashitaka un personaje imparcial y reflexivo, para que lo veamos a través de sus ojos:  De que la "alcaldesa" de la ciudad, Lady Eboshi, es cierto que quiere destruir bosque para agrandar su ciudad, pero lo hace para poder acoger a más leprosos y mujeres prostitutas para que puedan vivir libres y con un oficio. También nos presenta al bando de los animales, encabezados por Moro, que van a defender el bosque con rabia y violencia. Y en medio están Ashitaka y San y un discurso de lo más fulminante: en las guerras no hay vencedores ni vencidos, sólo dos bandos que tarde o temprano, saldran derrotados
Pero es que para confeccionar esta obra maestra Miyazaki a fabricado unos personajes profundos, creíbles y cercanos, y todos descritos a partir de sus miedos, sus dudas o sus esperanzas. No existen ni héroes ni villanos, por mal que les pese a algunos de nuestros pequeños. Tampoco la típica "love story" de principes y princesas que tanto gustará a vuestras hijas. Es una historia de un "idealista" que se ve envuelto en un conflicto matriarcal (otra vez Miyazaki dando protagonismo a las mujeres), pero todo narrado desde una equidistancia de la que ni siquiera se puede salvar La Naturaleza que tanto se idealiza. Es por eso que, tampoco evidenciando la verdad a la que nos ha llevado el progreso, el mensaje viene a ser algo pesimista, y por lo que quizás esa carencia de "happy end" la convierta en una película "aburrida" para los más pequeños.
Técnicamente es magistral, la animación, el colorido, el diseño de los espacios, todo es pura Naturaleza. Luego está el diseño de los personajes, todos creibles al no mostrarse ni estridencias como vestidos ni peinados raros, y sus reacciones son de lo más justificadas. Quizás alguno se pierda en el apartado "animal", por lo que se tiene que dejar a un lado nuestra versión monoteísta de la deidad, y ampliar el abanico a la variedad de dioses japoneses, y abrir la mente a algunas criaturas inventadas por Miyazaki, como Yakkul, el arce rojo que cavalga Ashitaka, o los enormes jabalies como Okoto, o Moro, la diosa lobo. Si a todo esto le añadimos el que quizás sea el mejor trabajo de Joe Hiasashi tras la partitura, dejándola sonar cuando pertoca y acompañandola cuando merece, el resultado del conjunto es de auténtico diez.

Seguramente es una pelicula que descoloque a los pequeños por los motivos antes expuestos, pero os recomiendo no tirar la toalla, y dejar pasar un par de años y volverla a ver. Es una película que mejora cada vez que la ves, como los buenos vinos.







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